DE LAS ENMIENDAS DE ALEJANDRO DE GAMAZA, REGENTADOR DE LA HISPANIOLA, INMEDIATAS A LA HISTORIA DE SU PRIMO EL LIBERTINO CAPITÁN DE LOS ESPÁRRAGOS

Author: Alberto Cancio García /

Pliego primero

Tres noches ha que sígole la huella a la razón, mi leedor improbable, por echar de ver qué atajos o licores habrían hilvanar las historias azarosas de mi primo, y que éstas, tan bien descritas de punto y coma, llegaran a vos con la gracia y el donaire tal cual ocurrieron allende los mares. No me hurtaría de sueños la dicha empresa en caso cualquiera y tan de alborada, sino por razón de saberlo dormido ahora en un cuarto de mi hospedería, ¡tan cercano!, en habiendo arribado hoy mesmo a Cádiz tras diez años de cara, carísima ausencia. Primo hermano mío, de los mares y los bosques venturado, el cuál en fortuna apuntaba maneras, y de cuyas todas habría logrado precio a no ser por la insana manía de la Libertad, que si yo mismo anduve tras sus faldas livianas, que es el hecho, no lo fue por siempre y ciego, mas sí prevenido de recelo después. Así vinimos a tirar cada uno por su cuenta siendo mozos, yo casado con la Corte y él amante de la mar, y en sabiendo uno del otro por las bocas del gentío. Es probado en La Bahía que de duda soy varón, de no asentir a las leyendas que se cuentan por el mundo sin cimiento, y en diez años no creí palabra alguna ni del más coloreado, en teniendo que muy presto reza el tonto lo que intuye sin saberlo. Desta suerte me acaescí en no dar oídos a patrañas prodigiosas, ni a los yertos episodios que dél habrían entonar los muchos cantores de seguido en esos años, y así, tal digo, rugía una tormenta de facundos en mi casa y yo en la esquina sin calarme.


Desta forma sobrevino cuatro noches ha, la noticia de su arribo a la metrópoli, luego a Cádiz en concreto, y el propósito portado en una epístola suya de ocultarse en La Hispaniola en poco tiempo. ¡Ay de mí, que de pasmos voy curado y sobre esto, como digo, no me hallo! Al presente es otra cosa en estos términos, que yo juzgaba muerto a mi pariente en sus periplos y resulta que colea como novel, ¡mozalbete!, y que son muy verdaderas en grosor sus historietas. Ahora habré creerlas y asentarlas en papiro, que en el medio airoso gaditano vuelan las palabras y se acaban o marchitan de seguida, y no habrían ser entonces tres leyendas para niños, sino casos inmediatos de su boca y de otras muchas que tuvieron a la mira sus hazañas.


Entre vinos de festejo y aguerrida concurrencia, prendídose ha la lumbre anaranjada de la tasca con sus cantos esta noche, relatando acaescimientos asombrosos de su vida entreverados con el son de bandoneones y guitarras. Las palmas y las trovas han templado las junturas de lo justo en la taberna, y levado nuestras almas sobre puertos azulados del Oriente, melodiosos horizontes batallados y tesoros de valía inconcebible entre monedas, playas vírgenes, y damas que no tanto. Noche rica, de tal himno, por gozosas alabanzas y promesas ya en sus ciernes, pero noche al fin y al cabo, que se salda por ventura en un camastro. El glorioso primo mío capitán, con su hermano bandolero que me toca en parentesco de lo mesmo, RisaFloja, GotaFría, y un amigo, Chotacalva, todos los cuáles pregonaban sus maldades hace un rato, yacen cándidos cautivos en la celda primigenia de los sueños, ignorantes y en lo fin inofensivos, que en reposo el asesino, puede uno descuidarse de su daga, y, desta suerte acaso, recontar sus fechorías.


Mas puede uno decirlas enredadas, cual han estos papeles del cajón que van primero y que ojear podéis, lector, entre blasfemias de perplejo; o bien tomarlas del principio, cual dispongo desde ahora, en su asta la bandera del feliz entendimiento. Y aunque sé de unos Diálogos escritos de cuya historia no se advierte desenlace o conclusión, el reglado genio mío dicta referir antes los preludios, pues, si no han por enojo el que se pierdan cualidades literarias, habría ser más recta la manera de esta forma, no sólo para vos, lector ajado, sino para este servidor que las ordena.


Por tanto y tal cual digo, habré plasmar todos los lapsos de la vida de mi primo de su inicio hasta el presente, disponiendo los papiros, siempre, de abajo a arriba, de forma que al abrir este cajón que es La Taberna del Pirata, hallaréis primero lo último escrito, y que no habrá ser leído sin mirar antes el resto, desde el Pliego Primero –que es éste– en adelante, todos los cuáles compongan mis Enmiendas.

Desta suerte halléis plena y deleitosa su lectura, que en sazón regalaré a vos un plato de fragantes peripecias y, si acaso, un legado imprescindible para doctos de la Historia.

Sea, de las aguas, gran Neptuno, un mecenas que custodie mis designios.




Alejandro de Gamaza