Sobre cómo pare vida la muerte en cutildeque circunstancia

Author: Alberto Cancio García /

_ Por la quilla de mi nave que ha de ser él. Oíd que pisa… fuerte y dos veces, tal don Francisco dijo…

_ Pero… ¿y la sevillana, capitán?

_ Silencio.

_ …

_ No hay sevillana, hermano. Huyamos a Santana.

_ Aguarda, vascongado. Hay algo… Entreabre la ventana, GotaFría. Poco. Así. Que no noten presencia si hay guardias en la calle…

_ Daré mordiscos, capitán, a esos y al que sube.

_ Silencio…

_ …

_ Callad. Desenvainad lento.

_ Mi trabuco carga pólvora.

_ ¿Ya?

_ Siempre.

_ Bien, mi pariente. Ambos tomad alineación de asechanza. Apuntad a la puerta. GotaFría, agarra el portillo. Si habremos de saltar diré agua. Pero no abráis fuego si no digo.
No creo…
Sea tal vez…
Oigo dos pasos escalón según suenan… Y fuertes, muy marcados… Es extraño…

_ ¡Ya está ahí!

_ Shhh.

_ …

_ ¿Eh? ¡No creo!

_ ¿Llama como huésped?

_ Silencio…

_ No canta sevillana, hermano. ¡Vayámonos…!

_ Llamado han despacio, vascongado…

_ No me fío…

_ ¡Deja que le abra, capitán, y acero le dé de bienvenida!

_ ¡Silencio, Gota! ¡Está abriendo! ¡Tiene llave! ¡Preparaos!

_ ...

_...

_ ¡¡Quieto ahí!!

_ ¡¡No disparéis!!

_ ¡¡Quietos todos!! ¡¡Apuntadle!!

_ …

_ ¡¡¿Quién sois vos?!!

_ ¡De Francisco de Medina vengo! ¡Yo sólo! ¡No disparéis!

_ ¡Vuestra prueba! ¡Dádnosla!

_ ¡No llevo!

_ ¡Habremos de disparar entonces, amigo!

_ ¡No! ¡No lo hagáis si preciáis la vida! ¡Vigilan la calle! ¡Vengo a revelaros salida! ¡Subí a dos pasos escalón! ¡Francisco me advirtió!

_ ¿Y por qué no subisteis…? ¡Ah! ¡Eso es! ¡La prueba! ¡¿Qué habríais venir cantando?!

_ ¡¿Cómo?!

_ ¡Voy a dispararle, capitán!

_ ¡¡No!!

_ ¡¡Quieta, GotaFría!!

_ ¡Dios…!

_ ¡Si es por bien que venís de don Francisco de Medina, tabernero insigne de La Torva de Triana, una canción andaluza debríais haber tarareado en la escalera!

_ ¡¿Una canción?!

_ Descubríos la cara dese paño, indicadnos qué palo del Flamenco mentó Francisco y viviréis.

_ ¡De veras que no escuché…! ¡Un momento! ¡Sí habré! Se…, sev… ¡sevillana!

_ ¡Sevillana! ¡Eso!

_ ¡Señor, veámonos! ¿Es que no habrás verlo, capitán? ¡Casualidad es ésta, que de estar en la Sevilla se cante sevillana! Los ojos son para ver, y vacilado ha al decirlo.

_ Así es, mujer. Pero yo juro que de parte suya vengo, y que por haberlo dicho él a mitades, razón hay para mi duda.

_ Y cuál.

_ Francisco no alcanzó a proveerme ese detalle… Lo dicho.

_ ¡Válgate Dios, que es Francisco tabernero y anda bien de la memoria!

_ Ya no lo anda, señorita.

_ ¡¿Cómo habréis, hombre?!

_ Sentirlo es poco para mí, que era su amigo…

_ ¡Por Dios, que pasado habrá lo que oír no quiero!

_ Llegaba yo en bajando la calle, sin saber, lo juro, y vi seis guardias que lo sacaban de la tasca y lo forzaban.

_ ¡No!

_ En desgracia mía..., sí. Lo atravesaron sin dar tiempo a encararme.

_ ¡¡Rayos!! ¡Francisco! ¡Muerto!

_ Yo me acerqué resuelto, que yacía él en suelo encharcado y los guardias yéndose, y al tomarle en mi lecho tratando abrigarlo, díjome sólo de tres amigos que habrían en la posada, de llevármelos a Santana por la galería y de haber dar dos pasos fuertes cada escalón por que me abrieran… ¡Y a hablar iba algo más de cantar sev…, pero hubo de toser y las fuerzas le fallaron!

_ Jode…

_ Don Francisco de Medina…

_ Lo siento por vuecedes, caballeros. Y por mí.

_ ¿Y dónde han ahora sus restos?

_ Abajo. Baltasar ha echado la turba y colocado una mesa. Esperan que llegue el médico por dar parte de acabamiento y buscar velorio...

_ ¡Quiero verlo!

_ ¡Imposible!

_ ¡Capitán! ¡Miente el malandrín! ¡No hay muerto ahí abajo!

_ Sí que lo hay, mas también un gendarme que vigila, niña, y porque mudar de aires no es fuerte de los Robles, ¿verdad, Claudia?, ahora os reconozco.

_ ¿Cómo? ¿Habréis de ser conocido bajo ese paño?

_ Así es, niña. No cambias. Miradme sin él…

_ ¡Cielos! ¡No puede ser! ¡ChotaCalva!

_ ¡Ven a mis brazos, vieja amiga!

_ ¡Creerlo es absurdo, Dios mío! ¡ChotaCalva!

_ ¡Cuántos años, niña!

_ ¡¡Sí!!

_ ¿Entiendes algo tú, hermano?

_ En absoluto…

_ ¡Es ChotaCalva, capitán! ¡Camarada de juergas!

_ ¿De juergas?

_ ¡Y de bailes!

_ ¡La Virgen!

_ ¡Dios, ¿cómo has en la Sevilla, muchacho?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Ya no bailas para aquellos?!

_ ¡De contar es largo todo, niña, que tanto mareo da la vida…!

_ ¡Y tanto lo ha! ¡Soy pirata!

_ ¡No! ¡¿De veras?! ¡Claudia, danzante de la Luna, ¿pirata?!

_ GotaFría, si no es molestia. Hube dejar aquella vida por hallar otra más rica.

_ ¡Claro! ¡No sabrás lo que te hallo ahora, que también cambié la danza por la daga, y a honra buena aunque pena!

_ ¡Hola! ¡¿También pirata?!

_ ¡Pero de tierra, niña! ¡De tierra!

_ ¡¡Como vos, don Cancio!!

_ ¿Bandolero habéis, señor?

_ Algo así.

_ Yo soy Jesús Cancio, aunque conócenme por El Vegano al norte, hermano de él, el capitán pirata Jack de los Espárragos.

_ Oí hablar de vos, capitán.

_ Es sobrado placer, amigo. Y la bienvenida tramitada siento como daga en el pecho si es por bien que conocéis a GotaFría.

_ Así es, señor. Amigos de tretas hubimos ser en Cádiz, hace años, y vuestra disculpa acepto grata sin rumiarlo y juzgándola propia del caso.

_ ¡ChotaCalva! ¡Ja! Qué alegría…

_ Otra muerte pare vida, mi Gota… Pena de Don Francisco.

_ Pena que, yo presumo, caballeros, proveída ya la condición feroz de Sus Mercedes, no privará al arrojo de sus céfiros tajantes…

_ ¡Ni hablar, amigo!

_ ¡Nunca!

_ ¡Venganza!

_ Si mejor no ha el destino, asumo resolutivo el tesón destas lanzas, necesarias y forzosas, por hallar vuecedes peligro en cualquier calle de la Sevilla desde ahora.

_ ¡A esos cutildeques que ajaron de maltrato el alma del cofrade, muerte así dada!

_ ¡A ellos!

_ ¡A ellos!

_ ¡¡A ellos!!

_ Tomar habréis los efectos íntimos ahora, por cumplir yo la voluntad de Francisco en llevándoos a Santana.

_ Que lo que él dijo sea.

_ ¡Pero yaceremos allí como ratas rodeadas, capitán!

_ No, GotaFría. De allí habrá sacarnos el Gitano con su bote.

_ ¡De veras que no entiendo, caballeros! ¡Y la afrenta, capitán! ¡Y don Francisco!

_ La daremos en tanto quiera el hado no nos vigilen.

_ Pero… ¡¿Y las deudas de Hamilton?! ¡Y los planos que tenídome han un mes encerrada en la Sevilla como tonta!

_ Pues habrán de esperar. Que de tan veterano no importune a Hamilton la linda demora.

_ ¡¿Y un bote, capitán?! ¡¿Qué bote habremos?! ¡¿Del río?!

_ Del río que muere en la mar y da vida más ancha. Largamos a Cádiz, GotaFría. Aquí nos han descubierto.

LA ESCALERA

Author: Alberto Cancio García /

Da un paso sobre el primer escalón, luego otro.
Dos pasos, y otro.
Tres pasos, y uno más sobre el mismo…
Es como subir el doble, murmura, y se centra luego en simular una cojera fidedigna. El guardia apostado en la puerta de La Torva aun puede verlo, así que convendría no descuidar mueca y encorvadura si pretende llegar arriba sin levantar sospechas. La llave doble tintinea en su mano, limando los resuellos de odio y cansancio. Odio.
La puerta de la alcoba, allá arriba, parece tan oscura y angosta como el pasadizo mismo que la enmarca al fondo. Un escalón roto. Suficiente para armar un alboroto si no anda con cuidado. El guardia ya no lo ve. Cuidado.