Dos Cancios en Sevilla

Author: Alberto Cancio García /

_ De veras que he de jurarte, hermano, que aun habiendo oído de otras bocas las hazañas y fechorías que en otros lugares y con otras gentes cometiste, y que me causaron igual sorpresa, tamaño festín debiera regalar ahora a nuestra confianza para no sospechar de invenciones o mentiras en esta historia tuya. ¡Tan increíble, dices tú, para quien nada es improbable!

_ A nuestra hermandad festín ya le estáis dando, tocayo en sangre, con este vino tan terreno, que no se gasta en más sitio que este antro, por cierto, la Torva de Triana, mejor resguardo de patrones de entre los que sirven al contrabando y a la riqueza de los pueblos.
_ ¡Vive Dios con la riqueza, capitán, que si no te conociera pensaría que hasta ensalzas esta casa de putas! ...tan sombría es y así de sucia, la morada de la costra sevillana, ¿cuál riqueza ves aquí, pardiez?
_ Veo aquí el único patrimonio que a nosotros los sublimes aun nos queda.
_ ¿Y qué os queda, la taberna cochambrosa de Francisco de Medina?
_ ¡La esperanza, hermano mío! Pues es éste el único rincón de la Sevilla adonde aun se da oídos a las prodigiosas historias que mentas, y no de esas narradas por sandios bachilleres, sino de aquellas de boca y cariz de quienes bebieron el acero y la marea como tú ahora bebes sosegado de esa copa.
_ Sosiego de burdel…
_ Aguza tu oído impío y no pierdas el hilo de mis narraciones, con tono de romance y atenuadas por el oro del candil, y entremezcla el timbre manso de mi voz contando enredos con los ásperos quejidos de ese añejo acordeón…, y dime, ¡diantres!, dime acaso si no alimenta al menos tu imaginación este ambiente de lúgubre copla, este salpicoteo de los vasos y esos ases que se guardan en la manga los fulleros.
_ Así que en estos tiempos es la libertad una fullería.
_ Una leyenda sí que es, ¡digo!
_ Y por ello y no otra cosa, don Alberto, yo te ruego que permitas que compare tus palabras con pelota que se pierde de repente en un tejado. ¿Cómo he de dar asenso a esas historias que describes, si las dices tan perfectas, tan sublimes, ¡tan absurdas…!?
_ No te enrates, vascongado, que a la sazón sé te ofuscas y a los Cancio no conviene cuartear la buena jera si uno quiere prorrogarse celebrando su presencia… Esta historia que te cuento sí es de esas que semejan las patrañas romanceras, pero antes de que te hartes y te vayas y me dejes aquí solo en busca de otros contertulios, te diré que en este lance guardo un as a mi favor.
_ ¿Un as en esa manga, como la de los fulleros?
_ Nada de eso, chicarrón. Un as muy bien en regla: evidencia de testigos, que vivieron junto a mí nuestra aventura fabulosa. Presencias y cataduras de las que tú sabes a esgalla, y a quienes puedes pedir cuenta sin reparo.
_ ¿Y quiénes son esas almas?
_ Bien las conoces tú: GotaFría, La Escarchita, RisaFloja…, y el resto de mi bastimento, que al presente pulula las esquinas de la Real Ciudad de Sevilla y a quienes puedes referir cualquier patraña que dudaras.
_ ¿Y he yo de fiarme de palabras de piratas, capitán? En tiempos mores aprendí que mienten como frasca y que se enredan como cabos…
_ No es más chica la mentira de quien tacha de bandido a los que roban amparados por su único valor. A ellos también puedes preguntarles, los auténticos piratas, que se escudan en las leyes que protegen a los ricos, aunque muchos callarán por cobardía o por vergüenza. Y si te dicen, ¡ah, si te dicen…! Sólo algunos hablarán, hermano, fíjate: los más ingenuos, como el lerdo alguacilillo que nos tuvo en la prisión, tan borracho que en la vida mentiría; o Consuelo la princesa, que aun pervive allá en su alcoba, si es que el susto de las bombas no la dejó dando la piadosa Boqueada…
_ ¿Entrevistarme con vuestros enemigos dices? No seas dornajo, querido hermano. Te olvidas de mis bandolerías, que también somos yo y mis compañeros menudos picapanes, y tampoco trillo yo así de bien con los pudientes, aunque haya rechazado el código de los piratas. No soy nuevo en el saqueo, y sé que en eso de las leyes lo que dices tú no pega, pero embarra.
_ ¡Y mucho embarra!
_ Las leyendas de los ricos son aun de más adorno que las vuestras, sí que es cierto, pues puede menos la inmodestia que el terror, y las suyas las escriben temblores pusilánimes.
_ Y por ello, Jesús Cancio, oye bien lo que te diga, pues si puedes escoger entre borrico o mala bestia, más mejor queda conforme con escuálido borrico, que linda compaña te hará al menos…
_ Tú y el vino…
_ Yo y el vino y el borrico, para qué mejor reunión. Que aunque parezcan tan floridas mis palabras y semejen a libracos de aventuras, ¡que he de brindarte yo a ti más que un buen rato, mi hermanito, con esta historia que voy a narrarte!

7 comentarios:

Jorge Andreu dijo...

Alzo mi güisqui y brindo por el pirata Alberto Cancio, que al estilo de los diálogos platónicos nos cuente gran historia.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Yo quiero brindar con un chupito de tequila con una mijita de pólvora para unirme a la celebración. Chapó!!!

Alberto Cancio García dijo...

Y yo quiero que mojemos pan en un platón de papa frita con huevo... ¡¡Los Tres Juntos!!
¡¡Gracias por comentar cositas bonitas en mi blog!! Os amo.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Un vinico para mí, para brindar por este blog y su tono clásico.
Alberto, me recuerda tu escrito a Cervantes, a Rabelais (Gargantúa y Pantagruel), a Laurence Sterne (Tristram Shandy). No es mal comienzo para una taberna que, con tu permiso, pienso frecuentar.
¡Salud, y esta ronda corre de mi cuenta!

Jorge Andreu dijo...

Tabernero! ¿Cuándo me servirá usted un segundo güisqui?, que paga nuestra amiga Isabel. Más, por favor, quiero más diálogos cervantino-platónicos!

Anónimo dijo...

Secundo en lo del vino.
Diálogos y vino.
No será mala del todo esta noche.

Me honra conocer a un paisano, y he de deciros, que nací en Huelva, con familia natal de Bonares (junto a Mazagón, a la que conozco bien, por cierto)
Y que, a su vez, vivía entre dos ciudades, Algeciras, en mi amada Cádiz, y Bonares, Huelva, por lo que he podido sentirme comprendido, caballero.

Salud.

Alberto Cancio García dijo...

Quisiera rogar disculpas a todos aquellos que se molestaron en escribir aquí hace tiempo, y que luego, con toda razón, juzgarían sus propios comentarios como peticiones hechas en vano. Permítanme que les diga que en realidad no lo fueron, y que cada palabra de ánimo o complicidad me ha instado a que hoy, por fin, tras una temporada de aclarar las ideas acerca de lo que pretendo o no de este Blog, decida comprometerme a la asiduidad de un publicación semanal. De nuevo, muchas gracias a todos los que comentaron y esperaron en su día. Yo espero, igualmente, que esa espera, por egoísta que parezca mi postura, haya continuado hasta hoy. Un saludo, Alberto

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