Don Francisco de Medina ha respondido a la demanda con un reojo cobrizo. Luego ha tomado una jarra redonda, ha colmado de aguardiente un vaso mugriento, y ahora lo apura hasta el culo él mismo, sin instar a su ayudante a que atienda a los clientes.
Esos no beberán más vino por esta noche, piensa, y se vuelve a mirar por la ventana. El cristal anda devolviéndole oscilaciones extrañas desde hace un rato: Breves movimientos renegridos por la noche, rectos en parte, también informes, aunque salpicados a veces de algunos reflejos centelleantes. Aquel ha sido una espada. Ese otro una lentejuela.
Don Francisco de Medina bordea la barra y se dirige hacia la mesa de debajo de la escalera.
Será mejor que los avise, musita.
Esos no beberán más vino por esta noche, piensa, y se vuelve a mirar por la ventana. El cristal anda devolviéndole oscilaciones extrañas desde hace un rato: Breves movimientos renegridos por la noche, rectos en parte, también informes, aunque salpicados a veces de algunos reflejos centelleantes. Aquel ha sido una espada. Ese otro una lentejuela.
Don Francisco de Medina bordea la barra y se dirige hacia la mesa de debajo de la escalera.
Será mejor que los avise, musita.
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